Cuando termine el trabajo del día dame un lugar limpio y apropiado para cobijarme.
Háblame porque a menudo tu voz reemplazará las riendas, el freno y la cuarta.
Sé bueno conmigo y te serviré más alegremente, acaríciame y enséñame a trabajar con buena voluntad.
No me castigues si no te comprendo, con gusto te sirvo hasta donde mis fuerzas me alcanzan.
No me juzgues desobediente si soy lento en obedecer.
No olvides que estoy dispuesto a morir en tu servicio y cuando el fin esté próximo, cuando ya no pueda servirte, no me dejes morir de hambre ni de frío y no me vendas a un amo desconocido.
Sé bueno y dame una muerte rápida con tus propias manos; Dios te lo recompensará aquí y en la eternidad y mis sufrimientos serán menos.
Perdona haberte dirigido esta plegaria que te imploro no olvides en nombre de Aquél que también nació en un establo… Amén